Los caminos del deseo


En sexología hay muchos rostros y dentro de todos estos perfiles del ser humano está el deseo. Dentro del mar de la sexología y de la poesía, el deseo es el gran irreverente pues aparece con el amor pero no le requiere, con el romance y funciona sin él, con el enamoramiento y le es indiferente, con la pasión y le es ajeno.

Su experiencia con el cuerpo puede distar mucho pues no hay una conexión automática entre la experiencia sexual y el placer: si no hay un clima, un contexto global satisfactorio se presentará todo excepto el deseo.

No sabemos qué lo provoca, algunas/os en su desesperación lo explican desde la química, que es una explicación tan fría que ante tal panorama gélido el deseo está a años luz de distancia de ser vivido. Buscar qué lo genera es como buscar los componentes físicos de los sueños... es afortunado no encontrar respuesta para los apasionados, es desafortunado para los convencidos del sexo-racional donde todo lo entienden y todo tiene una razón lógica.

El deseo erótico sexual es condicionado mayormente por la cultura, si se es mujer o varón determina en buena parte cómo se ha de vivir. Si la persona aprende a auto anularse y considerar ilegítimas sus sensaciones, también considerarán así sus deseos: cuando aparezcan sentirá que es una broma cruel de su cerebro. Hay personas que temen desear y otras que han asfixiado su deseo, sublimándolo al cuidado de las otras/os, a su trabajo, a su éxito profesional, al dinero, al poder etc.

Dentro de las paradojas del deseo, cuando éste se vive también muere, pues deja de ser cuando lo hemos bebido e integrado, haciéndolo parte de nuestro ser.

¿Será acaso el deseo una ausencia que nos estructura el futuro, algo vivo que sólo existe en otro tiempo, una ilusión no resuelta?

Dentro del horizonte de nuestros sueños es en el deseo donde le damos vida a lo inanimado, donde las aves del paraíso pasan por nuestra cabeza y nos llevan a vivir un universo de colores y sensaciones, es el deseo el que incrementa nuestras sensaciones, el que nos muestra qué tan libres somos para experimentar la vida.

Lo cierto es que el deseo no es posible cuando la erotización del cuerpo se vive como algo negativo, con fantasmas, con falsas creencias, pues la erotización se encuentra frente a frente con los temores y de ahí, ante tal amenaza, el deseo se ausenta.

Crecemos con ideas donde el simple desear se concibe como una pérdida de tiempo, como un sueño que nunca llegará, por lo que el deseo erótico se vuelca hacia la clandestinidad, donde somos sus autores y protagonistas, pero también los/as verdugos que censuramos el pensamiento erótico. Y al censurarnos, nos cerramos y nos asustan las otras formas eróticas de la vida cotidiana, entonces se busca clasificarlas y etiquetarlas por el temor a la diferencia.

El deseo es una oportunidad para vivir todas esas experiencias que no entran en las definiciones del discurso... sino entre las líneas de la poesía y la pasión.

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