¿Qué nos hace mujeres?

Vaya pregunta que me hizo mi editora: ¿qué nos hace mujeres? Mi primer impulso fue repasar las teorías surgidas de la ciencia, la filosofía, el feminismo y todo el cúmulo de juicios y prejuicios para tratar de explicar este modo de ser, desde este cuerpo, pero desistí. Son demasiadas.

Mujeres hay tantas y tan distintas, como granos de arena en una playa, que me parece que no es posible definir una única forma de "hacerse mujer", pues las generalizaciones, como las encuestas políticas, son terribles por imprecisas, mentirosas e inútiles. Como imprecisa, mentirosa y terrible es la fantasía masculina, la idea que los hombres han establecido de lo que "deben ser" las mujeres.

Sobran los varones que afirman "yo te hice mujer" al tener sexo con una mujer que no ha practicado el coito. Machista, fantasiosa y errónea suposición, de la que no pienso ocuparme aquí.

Al reflexionar en la propia vida, veo que me he hecho mujer a partir de la presencia e influencia en mi vida de centenares de otras mujeres. En esa genealogía, real y simbólica, encuentro mi esencia.

De niña, en el proceso de domesticación, todo iba en contra de mis deseos. No subas, no hagas, no digas, no muevas, no toques, no preguntes, no descubras, no grites, compórtate, las niñas no dicen eso. Y las ganas de ser preguntona, activa, curiosa, se vieron aplazadas por la violencia física y psicológica. Lo que deseaba más en esa etapa era ser adolescente. Tal vez ese era el secreto.

De adolescente, con todas las hormonas al trote, fue peor: a las prohibiciones previas se añadieron otras. No salgas, no te vistas así, no veas eso, no te juntes con ella o con él, no preguntes, no cuestiones, eso no es para ti. Lo que se me ofrecía era más obediencia y más responsabilidades, sin ningún derecho a cambio. Al transformarse mi cuerpo, las preguntas y los deseos se acumularon, pero no las respuestas. Hubo más violencia. A la física y psicológica se añadió la sexual. Quería ser adulta para ver si ahí estaba la llave de la puerta.

Llegué a adulta y, sin saber gran cosa del asunto, me encontré siendo madre sin habérmelo propuesto. Compartiendo una cama y haciendo el amor a veces sin quererlo, pues poco contaba mi deseo, porque ni siquiera yo misma era capaz de expresarlo. El placer, cuando aparecía, tenía más de inesperado que de disfrute. El horror de un aborto, ¿esto es ser mujer?

A la violencia física, psicológica y sexual se agregó la de la discriminación y el acoso en el trabajo, la de ver cómo se prefiere y remunera mejor a un hombre aunque ambos tengamos la misma capacidad, y finalmente la de que mi edad ya no entra en el rango fijado por las empresas. Mientras mis derechos y los de todas siguen lindamente expresos, impresos, encuadernados y polvorientos en una Constitución y en unos tratados que son letra muerta.

Esto no es el recuento de la victimización ni una queja. Es una realidad que todas, de una u otra manera hemos vivido, y muchas otras, cada vez más, tratamos de cambiar. Romper con esa situación no ha sido fácil, pero sí es posible. Es un proceso en el que debemos ir juntas. Esa es la clave.

Soy una y la suma de muchas más: la que me parió, la que me crió y me malcrió, la que me enseñó a leer, la que me protegió, la que se hizo cargo de cuidar a mis hijos mientras yo trabajaba, la que limpiaba mi casa, la mujer mayor que me hablaba del deseo mientras tocaba el violín, la que me enseñó a punta de ira cómo no había que hacer las cosas, la que me hizo amar mi cuerpo como es, la que siempre estuvo ahí para escuchar y acompañar, las que me enseñaron a decir NO. Las que me siguen enseñando a decir SI.

Tal vez les parezca demasiada ginofilia. Todas esas mujeres de las que les hablé, me habitan. Cada una de ellas ha producido en mí un cambio, que reconozco y valoro. Cada una de ellas ha sido un ejemplo de lo que quiero y no quiero ser. Soy mujer en función de mí misma, no de los varones con los que he convivido como familia, compañera, pareja.

Reconocerme poco a poco como mujer con derechos, tomar mis propias decisiones respecto a mi cuerpo, mi placer, mi economía, mi vida, me ha hecho más libre y en muchos sentidos, más feliz.

Deseo esto mismo para todas.