Después de una ruptura, iniciar otra relación puede resultar una experiencia muy emocionante y a la vez preocupante, sobre todo si ambas partes aportan hijos. Si se ha pasado por una relación difícil, ilusionarse con una nueva pareja, después de la experiencia anterior, puede ayudarnos a sentir que realmente vale la pena compartir y vernos tentados a estrechar rápidamente el compromiso.
M. A. Martín
Tres pilares se consideran básicos en las relaciones amorosas: la pasión, la intimidad y el compromiso. Generalmente, en la primera etapa de la relación, la pasión es el pilar fundamental; conforme la relación avanza se va incrementando la intimidad de la pareja a través de la comunicación, y tras un periodo relativamente duradero se va estrechando el vínculo de compromiso.
Cuando en la pareja uno de los miembros o ambos tienen hijos de anteriores relaciones, este ciclo puede verse alterado. En unos casos se puede acelerar el proceso, pero siguiendo el mismo orden; en otros casos la pasión, la intimidad y el compromiso pueden ir apareciendo en un orden distinto del ciclo habitual; o también existe la posibilidad de que se convierta en un ciclo excesivamente lento. El hecho de que ambos miembros de la pareja tengan hijos, sobre todo si son pequeños, puede hacer que el compromiso se acelere por el cuidado de los niños, su educación y el miedo de exponerlos a ambientes con cambios constantes, sobre todo dentro del núcleo familiar. En estas relaciones, la pasión puede verse frenada en comparación con las parejas que inician su relación sin hijos, debido a las responsabilidades y a las demandas de atención que suponen el cuidado de los niños. La intimidad pueden ir desarrollándola progresivamente a lo largo de la relación, aunque el vínculo de compromiso ya se haya establecido de forma previa.
En ocasiones puede ocurrir todo lo contrarío, que se prolongue la relación de noviazgo, ya que es bastante frecuente que aparezcan resistencias en los miembros de la pareja a la hora de avanzar en la relación y comprometerse, por el hecho de tener hijos ya mayores, que se muestran poco entusiasmados en conocer a la persona que ha enamorado a su padre o su madre. Por norma general, los hijos de padres separados suelen ser capaces de hacer cualquier cosa para unir de nuevo a sus progenitores, aunque éstos hayan presenciado situaciones de verdadero conflicto entre ambos. Admitir y sobre todo aceptar que su padre o su madre tienen una nueva pareja no suele ser tarea fácil para ellos, y esta situación de los hijos dificulta la evolución de la nueva relación de los padres.
Sin embargo, no hay que desesperarse, la relación puede resultar exitosa si ambas partes, con sus respectivos hijos, se adaptan de forma favorable a la nueva situación, abordando las posibles diferencias y conflictos de forma constructiva para el desarrollo de un nuevo núcleo familiar. Las dificultades que surjan, como todo en la vida, pueden requerir un esfuerzo y llevar tiempo. La comunicación honesta y sincera es la mejor estrategia, hablar de emociones, ilusiones y miedos es el camino. También es importante abordar las cuestiones prácticas: hasta dónde están dispuestos a implicarse en las cuestiones domésticas, la economía, la crianza de los hijos, etcétera. Las relaciones humanas, como todo sistema, necesitan de la organización y planificación, que son fundamentales para abordar y superar los problemas que puedan surgir. Es muy bueno incluir a los hijos en esta planificación, de modo que noten que tienen cierta sensación de control en situaciones en las que generalmente no pueden opinar y que afectan a sus vidas. Aunque, considerando que hay muchos hijos que tienen serias dificultades para aceptar que sus padres tengan una nueva pareja, debe quedar claro que hay cuestiones que no son negociables y no admitir chantajes emocionales.
¿Has vivido o conoces parejas que vivan esta situación? ¿Cuáles te parece que pueden ser los problemas que pueden surgir?