Parejas sin ganas


El deseo sexual inhibido es uno de los problemas en la pareja que más dolores de cabeza puede producir cuando se intentan averiguar las causas. Este hecho ha llevado a los científicos a realizar diversos estudios sobre el tema a lo largo de las últimas décadas. Las conclusiones, no obstante, en ocasiones dejan más preguntas que respuestas.

M. A. Martín
Por nuestra experiencia en consulta, podemos decir que son muchas las parejas que, de un modo u otro, se ven afectadas por la falta de deseo sexual. Muchas veces es ella, otras tantas es él, otras más son los dos, y así, de esta forma, actualmente, existe un inmenso número de parejas cuya vida sexual es muy escasa, casi inexistente. Hemos comprobado que a veces no se considera inexistente porque la persona tiene la esperanza de que algún día volverá a tener sexo con su pareja.

Como decimos, las causas del deseo sexual inhibido pueden ser muchas y elusivas. Si dejamos aparte los casos por razones fisiológicas o como efecto de un tratamiento farmacológico, los factores que pueden intervenir son infinitos. En ocasiones son ideas las que pueden estar bloqueando el deseo sexual, pero otras veces puede que haya habido alguna experiencia desagradable que se asocia al sexo. Y no estamos hablando necesariamente de temas de abuso sexual. En un gran número de casos no llegan a ser traumas, pero contribuyen a que la persona asocie el sexo a una experiencia desagradable o negativa. Ha de quedar claro que, en la mayoría de las historias, la disminución del apetito sexual se va produciendo gradualmente. Sólo en casos de traumas importantes la pérdida de deseo es abrupta. Dicha pérdida gradual a veces hace difícil que la pareja se dé cuenta de lo que ocurre.

Por otra parte, entre las ideas que erosionan el deseo sexual están las que califican la actividad sexual como pecaminosa, negativa, sucia y demás... Éstas son demasiado obvias. Sin embargo, existen otras ideas que, por no ser tan evidentes, llegan a causar mucho daño a la vida sexual de la pareja. Nos referimos a las que se derivan del modelo tradicional de sexo, que circunscribe la actividad sexual a un contacto genital y al coito. Dicho modelo está fuertemente arraigado en la psique de demasiadas personas, hombres y mujeres. Por ello, en la mayoría de casos la pareja tiene relaciones sexuales de una forma mecánica, automatizada y poco consciente. A pesar de ello la pareja tiende a esperar resultados óptimos.

Irónicamente, los resultados que suele producir tal modelo de sexualidad es el de muchas crisis en la vida sexual de la pareja. Y aquí estamos hablando de todo tipo de disfunciones sexuales —disfunción eréctil, anorgasmia, eyaculación precoz, vaginismo...—. Además de la fuerte insatisfacción sexual o frustración que produce. Cuando el placer no compensa el esfuerzo que conlleva la actividad sexual, la pareja tiende a ir perdiendo las ganas de realizarlo. Si, asimismo, llega a tener experiencias desagradables asociadas al sexo —como puede ser un gatillazo, no llegar al orgasmo, cierto dolor, o, incluso, la presencia incipiente de una disfunción sexual, discusiones o conflictos— la pareja a menudo tiende a huir del sexo.

Otras fuertes crisis sexuales son vividas por las personas que, con un buen apetito sexual, tienen una pareja que lo ha ido perdiendo. Con frecuencia se preguntan si son responsables de la falta de apetito sexual de su pareja. Llegan a pensar que han dejado de ser atractivas o que, en efecto, hay una tercera persona. Estas cosas ocurren, pero en estos casos el problema no es ése. Suelen ser las personas preocupadas, deseosas de recuperar su vida sexual, las que convencen a su pareja para buscar ayuda sexológica.

¿Has tenido alguna crisis asociada a tu vida sexual? ¿Te identificas con algunos de los factores mencionados? ¿Cuál es tu experiencia al respecto?