Piel sexual


La piel que recubre nuestro cuerpo no sólo es una magnífica barrera frente a cualquier infección. En las proximidades de los orificios corporales, ésta modifica su estructura, constituyendo lo que denominamos mucosas, y éstas, a cambio de su mejor adaptación funcional, sacrifican algunas de las propiedades defensivas. De alguna forma, compartir intimidad sexual equivale a poner en contacto nuestras respectivas mucosas. La ley del deseo, pasa por el deseo de fusión, y desde bien pronto, nos focaliza en sus orificios, su natural vía de acceso.

Una persona de tamaño medio dispone de una extensión de piel cercana a los dos metros cuadrados. Es una lástima que semejante extensión sensible, se vea reducida en demasiadas ocasiones a poco más que un escaparate o tarjeta de visita que no tiene más utilidad que servir de reclamo para esos escasos minutos de penetración. La historia que nos cuenta una chica, cuando se le pregunta sobre la situación más desagradable de su vida sexual, ilustra la poca atención que muchas personas le dan a las caricias, al disfrute de la piel, sin tener en cuenta que esa amplia extensión de nuestro cuerpo es una maravillosa antesala del clímax, un camino que precisa andarse despacio para disfrutarlo bien.