
“Las personas menos inteligentes sexualmente sufren mucho dolor y confusión en su vida sexual”, afirman Conrad y Milburn. Pero no lo tienen todo perdido. La sabiduría sexual es una facultad que se puede medir, cuantificar y sobre todo potenciar. Para esta pareja de psicólogos, los superdotados sexuales afrontan la relación de pareja de una manera especialmente distinta al resto de las personas, lo que se traduce en una mayor felicidad erótica y una menor incidencia de disfunciones sexuales. “Ser sexualmente inteligentes —y tener una vida sexual mejor— no depende de la suerte, de la belleza o del sex appeal innato, sino de habilidades que las personas pueden adquirir, desarrollar y dominar con el tiempo. Por consiguiente, la inteligencia sexual es algo a lo que todo el mundo puede aspirar razonablemente y trabajar para conseguir”, dicen estos expertos.
Gran parte de nuestra existencia está orientada directa o indirectamente al sexo. Pero, paradójicamente, no todo el mundo consigue una estabilidad emocional en su vida sexual. “Muchísimas personas inteligentes conviven con pasiones que conducen al desastre, o con una vida sexual frustrante e insatisfactoria, o inexistente”, comentan Conrad y Milburn. Los datos que se desprenden de su proyecto de investigación les avalan. Ambos han estudiado las apetencias sexuales de 500 personas, desde adolescentes hasta jubilados, mediante un test de elaboración propia que permite concretar el coeficiente sexual y, de paso, desvelar hasta qué punto una persona está contenta con su vida en la alcoba. Los psicólogos han podido conocer que aproximadamente el 75% de los estadounidenses confiesa que el sexo es importante o esencial para su vida pero, al mismo tiempo, la mitad dice que constituye la causa de su estrés, y otros están preocupados porque no tienen relaciones eróticas con más frecuencia. Conrad y Milburn se muestran alarmados por el elevado número de participantes que manifestó sufrir algún tipo de insatisfacción erótica: el 42% mostró una falta de deseo libidinoso, el 57% declaró no poder tener un orgasmo y casi un tercio confesó que a veces no encuentra placentero el sexo. En contra de lo que cabría esperar, las disfunciones sexuales no sólo aparecen en personas mayores y parejas que llevan 20 años o más de convivencia. La juventud también es presa de la insatisfacción: para la mitad de las mujeres de entre 18 y 29 años, el coito resulta físicamente doloroso; el 33% de los hombres de la misma edad confesó tener problemas para lograr y mantener la erección; y algo más de la mitad era eyaculador precoz.