
Todo parece indicar que la revolución sexual, que conmocionó la sociedad en los años sesenta y setenta del siglo XX, no zanjó por completo la cuestión de la represión e ignorancia erótica heredadas de épocas anteriores. Los jóvenes cuentan ahora con más información sexual que nunca pero, al mismo tiempo, “existe una poderosa fuerza en el seno de nuestra cultura —en forma de viejas actitudes hacia el sexo— que impone el silencio, la represión. Si abrimos la puerta a la sexualidad con una mano, parece que la cerramos de golpe con la otra”, leemos en Inteligencia Sexual. Por otro lado, el sexo comercial ha acarreado un nuevo problema que los sexólogos denominan “tiranía del orgasmo”. En efecto, la sociedad presiona a los adolescentes para que alcancen el máximo dominio de la técnica sexual, para así poder meter el gol del orgasmo a través de unas olimpiadas sexuales que, por cierto, se inician a edades cada vez más precoces. El resultado: los jóvenes —y los no tan jóvenes— sufren su frustración en silencio, desalentados e incapaces de afrontar sus miedos e inseguridades sexuales más profundas. “Muchas personas acaban sintiéndose confusas y avergonzadas por sus deseos y conductas eróticas, y con la sensación de no conocer a su pareja”, afirman Conrad y Milburn.
Pero nadie debería sentirse así. La clave para lograr la felicidad erótica y resolver muchas de las disfunciones sexuales podría hallarse en el nuevo concepto de inteligencia sexual. ¿Pero en qué consiste ésta? Todo el mundo nace con esta facultad cognitiva que, al igual que los demás tipos de inteligencia, hay que cultivar. Afrontar las relaciones eróticas desde la ignorancia es como intentar resolver una ecuación diferencial sin apenas conocimientos matemáticos. En ambos casos, el fracaso está asegurado.
En opinión de Conrad y Milburn, el camino hacia la satisfacción sexual no está en volvernos más seductores, ni en reprimir o dar rienda suelta a nuestros deseos y fantasías eróticas, o en aplicar a pies juntillas las técnicas y conceptos aprendidos en los libros de sexualidad. “Nuestra investigación —comentan los psicólogos— indica que la respuesta consiste en desarrollar nuestra inteligencia sexual”. Ésta reposa en tres pilares fundamentales.
1. El primer componente del talento amoroso consiste en adquirir los conocimientos precisos para adentrarse en la relación de pareja. “Quienes son sexualmente inteligentes, poseen información científica precisa acerca de la sexualidad humana por la que se guían en sus decisiones y en su conducta sexual”, comentan Conrad y Milburn. Este aprendizaje no es una tarea baladí, pues sólo a través de una adecuada educación sexual es posible detectar y combatir algunos mitos y tabúes eróticos, que están arraigados en la sociedad y que interiorizamos a través de la cultura popular, la religión y la familia