EL YO SEXUAL


Una vez liberados de las mentiras del sexo, el segundo paso hacia una vida sexual mejor se halla en descubrir nuestro propio sexo, averiguar qué nos atrae y excita, qué preferimos y cuáles facetas de nuestra conducta erótica nos plantean dificultades. Conrad y Milburn definen este pilar de la inteligencia sexual como “conciencia del Yo sexual secreto”, el cual alberga los verdaderos pensamientos, sentimientos y emociones que hacen que la vida amorosa sea más gratificante. Pero, advierten, los auténticos deseos sexuales quedan encubiertos con demasiada frecuencia por diversos motivos. El Yo sexual secreto puede verse condicionado de forma negativa por experiencias desagradables del pasado, por necesidades emocionales insatisfechas, o simplemente por mitos o imágenes falsas de la sexualidad humana que se difunden a través de los medios de comunicación. Cuando se practica el erotismo que se ve, y no el que se siente, el fantasma de la decepción —y de la disfunción— hace acto de presencia. En este sentido, el desarrollo del intelecto erótico ofrece la posibilidad de discernir las conductas sexuales auténticas de las impostoras, que se instalan en la mente como polizones. “Las personas sexualmente inteligentes son capaces de advertir, por ejemplo, cuándo sus deseos eróticos están sustituyendo a carencias emocionales que no son sexuales, como la falta de autoestima, de seguridad o de poder; o saben cuándo tienen relaciones sexuales simplemente porque se sienten solas”, afirman los autores en su obra.

Ultimo pilar de la inteligencia erótica tiene que ver con la conexión con los demás. El sexo es cosa de dos, cuando no de más. “Mantener una vida sexual enriquecedora implica a otras personas”, comentan Conrad y Milburn. Para adquirir una buena habilidad y dominio de la sexualidad, tanto en lo que se refiere a la relación de pareja como consigo mismo, hay que abrirse a los demás. La deficiencia de este requerimiento ya hace acto de presencia en la adolescencia: las relaciones interpersonales y afectivas constituyen uno de los problemas más comunes en esta etapa del desarrollo, ya que a menudo implican soledad emocional y social, frustraciones amorosas y dificultades para la seducción y la intimidad difíciles de afrontar, según el profesor López. Como aseguran Conrad y Milburn, una persona no alcanza un alto grado de inteligencia sexual hasta que domina ciertas habilidades sociales o interpersonales, que incluyen, entre otras, la capacidad de hablar con la pareja sobre la vida sexual y de comprender el Yo erótico del amante. “La inteligencia sexual implica aprender a ser sinceros con nosotros mismos y con nuestra pareja, sobre quiénes somos sexualmente”. Una vez más, la sociedad pone zancadillas a esta meta, pues como aseguran estos psicólogos “una de las cosas que la mayoría de las personas aprende a una edad temprana en su familia es a no hablar de sexo. La idea de que los sentimientos sexuales son, literalmente, innombrables es uno de los mitos que ejerce de barrera, tanto para conocer esos sentimientos como para hablar de ellos”. En cierto modo, los parámetros sociales que dictan lo que es “correcto” y lo que es “anormal” hacen que muchas personas silencien sus verdaderos deseos y fantasías sexuales por temor al rechazo de la pareja.

“Cuando reprimimos y ocultamos esta parte de nosotros, los resultados son tan destructivos como cuando mantenemos encerradas las emociones. Perdemos el sentido de quiénes somos y despojamos nuestra vida de autenticidad y pasión”, comenta la pareja de investigadores. Una buena inteligencia sexual permitiría no caer en este silencio capaz de dañar la relación amorosa