¿Podemos confiar en el condón?

La idea de este artículo surge después de leer que, en una encuesta realizada en Estados Unidos, el 54% de los encuestados respondió que el condón podía fallar en el acto sexual. Esta marcada desconfianza en el producto contrasta con los estudios de todo tipo que otorgan al condón una efectividad superior al 95%, lo que demuestra que existe un desequilibrio abismal entre la realidad científica del producto y la percepción que tienen de él los usuarios. Un desequilibrio infundado que debemos superar.

Es cierto que la única forma de evitar la transmisión del VIH/Sida al 100% es no tener relaciones sexuales. Lógico, pero irreal si pretendemos prevenir la pandemia, porque la gente practica sexo. Por ejemplo, en un estudio realizado en jóvenes de 14 a 21, el 63% afirmó haber practicado el sexo lo que descarta la abstinencia como estrategia definitiva dado que dejaríamos, en este ejemplo, a casi dos tercios de la población de jóvenes expuesta al virus.

Por lo tanto, una vez justificada la necesidad de la existencia del condón, debemos analizar si el condón está a la altura de la tarea que se le ha encargado, es decir, si este sistema de prevención nos protege realmente de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) como el VIH/Sida. Debemos de puntualizar que nos referiremos en todo el artículo a los condones hechos de látex, dejando de lado los condones de membrana natural o de cualquier otro componente.

Si comparamos el condón con otros productos existentes, es uno de los que está sometido a más controles de calidad. En primer lugar, los fabricantes controlan todo el proceso de fabricación del condón y, antes de ser empacado, cada unidad es probada electrónicamente en busca de defectos. Después, organismos estatales se encargan de analizar su calidad y, en caso de encontrar el mínimo fallo, se descarta todo el lote.

Por otra parte, cada país tiene una serie de normas que regulan la calidad que debe presentar el condón. En México, por ejemplo, los hules de látex están sometidos a la Norma Oficial Mexicana NOM 016-SSAI-1993 que establece las especificaciones sanitarias de los condones de hule látex y que fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 8 de septiembre de 1994. Los condones de látex o de poliuretano no deben presentar orificios visibles y los estudios de calidad de los mismos se realizan con pruebas de presión de agua o aire.

Pero más allá de estos controles previos al uso del condón, es interesante ver su desempeño “en el terreno”, es decir, cuál es su efectividad entre las personas que lo usaron. Existen varios estudios al respecto y todos llegan a conclusiones similares. Por ejemplo, De Vicenzi et al., Saracco et al., y Deschamps et al. realizaron cada uno por su parte un seguimiento de 245, 305 y 177 parejas discordantes –parejas en las que un@ es portador del virus y el/la otr@ no.

Entre aquéllas que no usaron condón en cada relación sexual (usuarios inconsistentes), hubo 4.8, 7.2 y 6.8 seroconversiones por 100 personas cada año. En contraste, entre aquéllas que usaron condón consistentemente (es decir siempre), hubo 0, 1.1 y 1.0 seroconversiones por 100 personas cada año. Por lo tanto, su efectividad en aquellos casos en los que se utilizó consistente y correctamente es muy cercano al 100%.

Por otra parte, existe la creencia de que los condones tienen poros diminutos, pero suficientemente grandes para que pueda pasar el VIH. Sin embargo, los condones de látex NO tienen poros (ni pequeños ni grandes), pero por defectos en la manufactura se pueden producir pequeños orificios microscópicos que máximo pueden tener un diámetro de 30 nanómetros y que se pueden evitar con un adecuado control de calidad. ¿Existe por lo tanto riesgo de transmisión del virus? No, porque el VIH, pese a ser uno de los virus más pequeños relacionados a ITS, mide 100 nanómetros. Es decir, como si un elefante quisiera pasar por la puerta de su casa.

¿Entonces con ponerme el condón estaré libre de todo riesgo? No del todo, aunque está parte ya no depende del hule de látex sino de las personas que utilizan el condón. El estudio “Efectividad de los condones en la prevención de la transmisión del VIH” de los doctores Steven D. Pinkertony Ambrazon, analiza 89 estudios científicos sobre la efectividad del condón y concluye que el preservativo es efectivo en un 90% y 95%, siendo las principales fallas no la calidad del producto en sí mismo, sino el uso incorrecto o inconsistente por parte del usuario.

Así, cuando alguien afirma que el condón le falló, en una aplastante mayoría de las veces será o porque no lo usó en TODOS los contactos sexuales o porque no lo usó correctamente. Es decir, puede que no lo desenrollara por completo, que lo abriera con los dientes o con las uñas, que lo tuviera demasiado tiempo en su cartera, que usara aceites o lubricantes que debilitaron el látex o cualquier otro mal uso que pueda existir. Y aun cuando somos nosotros los que fallamos al utilizarlo, el preservativo nos protegerá con una efectividad superior al 90%. Ya es hora de confiar en él.